Una de las maravillas de este paso por el Perú, que inició el 30 de diciembre y que acabará el 15 de abril, fue conocer le pensamiento de María Jesús Alvarado. El placer me lo extendió la profesora Lady Rojas. Poco después me sorprendí de no haber oído nunca su nombre antes de ese día. Precursora en casi todas las cosas, es un ejemplo para América latina.
Para que nos pique el gusano de la curiosidad, creo que es interesante revisar esta información, tomada de la página del congreso del Perú.
LAS PRIMERAS PARLAMENTARIAS PERUANAS
El 8 de marzo, día señalado por las Naciones Unidas como Día Internacional de la Mujer, fecha simbólica que resume la historia de las reivindicaciones femeninas, evocamos en el Perú y en el mundo entero la larga lucha de las mujeres por la reivindicación de sus derechos y la igualdad de oportunidades para ambos géneros.
Por curiosa coincidencia, desde hace siglos se vincula el 8 de marzo con la historia de la lucha por la mejora de las condiciones de vida de la mujer. San Juan de Dios, uno de sus grandes defensores, nació el 8 de marzo de 1495 en Portugal y falleció también un 8 de marzo en 1550. Este santo varón liberó a muchas mujeres empobrecidas de la época, en particular a prostitutas, a quienes las sacaba de los burdeles, velando por su formación y trabajo.
El 8 de marzo de 1857, cientos de mujeres de una fábrica de textiles de Nueva York organizaron una marcha en contra de los bajos salarios (inferiores en un 60 ó 70 % a lo que percibían los hombres) y las condiciones inhumanas de trabajo. La policía dispersó violentamente a las manifestantes, las que dos años después crearon su primer sindicato. Desde aquel histórico 8 de marzo, la fecha ha sido un símbolo de la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos.
En Nueva York, el 8 de marzo de 1908, unas 15,000 mujeres demandaron mejores condiciones de trabajos, el derecho a voto, la abolición del trabajo forzado de menores, y el acabar con la discriminación. El 28 de febrero de 1909 se proclamó en Estados Unidos el primer “Día Nacional de la Mujer”. Al año siguiente, en 1910, en Copenhague, Dinamarca, la celebración tomó carácter internacional al realizarse una conferencia, a la cual asistieron representantes de 20 países, que acordó conmemorar el 8 de marzo de cada año como “Día Internacional de la Mujer”. Poco a poco tal celebración se fue extendiendo a otros países.
En 1975, Año Internacional de la Mujer, las Naciones Unidas comenzaron a observar el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo). El 16 de diciembre de 1977 la Asamblea General invitó a todos los Estados a que proclamaran, de acuerdo con sus tradiciones históricas y costumbres nacionales, un día del año como Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Se exhortó a los Estados a que continuaran contribuyendo a crear condiciones favorables para la eliminación de la discriminación contra la mujer y para su plena participación en el proceso de desarrollo social (resolución 32/142). Esa decisión se adoptó con motivo del Año Internacional de la Mujer (1975) y del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (1976-1985), ambos proclamados por la Asamblea.
En nuestro el Perú una de las primeras en plantear la necesidad de otorgar igualdad de derechos civiles y políticos a la mujer fue María Jesús Alvarado Rivera, quien así lo hizo al dar una conferencia, titulada El Feminismo, en 1911. El camino que ella y otras mujeres iniciaron tuvo otras no menos importantes continuadoras, entre las cuales destacan Zoila Aurora Cáceres ─hija del Mariscal Andrés Cáceres y fundadora de la organización Feminismo Peruano─, Angela Ramos, Magda Portal y Elvira García y García. Sin embargo el movimiento a favor de los derechos de la mujer no fue sólo nacional, por el contrario fue internacional. Desde los años veinte del siglo pasado el movimiento feminista se extiende por América, formándose diversas instituciones como el Comité de Acción Internacional del Partido Nacional de Mujeres de los Estados Unidos, la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba y el Partido Nacional de Mujeres de Puerto Rico. Éstas asociaciones hicieron una gestión –por intermedio de la delegación de Guatemala– ante la Quinta Conferencia Americana – reunida en Chile– para que se incluyese en la agenda de la Sexta Conferencia Americana –que se reuniría en La Habana– su pedido concerniente a los derechos civiles y políticos de la mujer. En la VIII Conferencia Panamericana –realizada en Lima, en el Palacio Legislativo–, la delegación norteamericana presentó el proyecto para otorgar el derecho a sufragio a las mujeres del continente. En la sesión cuarta, realizada el 20 de diciembre de 1938, la VIII Conferencia Americana acordó invitar a
todos los Estados de América para que así lo hicieran.
Por otra parte, en 1931 Víctor Raúl Haya de la Torre, entonces candidato a la Presidencia de la República, al anunciar el Plan de acción inmediata o Programa Mínimo del Partido Aprista Peruano, ofreció el reconocimiento de los derechos políticos a la mujer “y su facultad para desempeñar todos los cargos públicos obtenibles por elección o nombramiento”. En el Congreso Constituyente de 1931 se discutió ampliamente el sufragio femenino, uno de cuyos partidarios más fervorosos fue el Diputado José Matías Manzanilla. Sin embargo, en el debate constitucional de aquellos años apenas se les reconoció a las mujeres el derecho a sufragio en las elecciones municipales, el cual no lo habían llegado a ejercer porque las autoridades locales habían sido designadas por el Poder Ejecutivo, situación que se mantuvo hasta 1963.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, bajo el impulso de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y de las nuevas ideas en torno a la igualdad de derechos y deberes de las personas de ambos sexos, se consolida una corriente mundial de reconocimiento a las mujeres del goce pleno del derecho al sufragio y a participar como candidatas en los procesos electorales. Así, el sufragio femenino ya había sido establecido en numerosos países: en Europa lo gozaban Alemania Occidental, Austria, Inglaterra, Suiza, Dinamarca, Italia, Finlandia, Noruega, Suecia; en
Asia el Japón y China; en América los Estados Unidos, Brasil, México, Venezuela, Argentina, Uruguay, Bolivia, Colombia, Ecuador y Panamá.
En dicho contexto internacional, el 7 de setiembre de 1955, durante el gobierno del general Manuel A. Odría, el Congreso de la República, mediante la Ley Nº 12391, reformó la Constitución vigente, otorgando la ciudadanía a las mujeres mayores de edad que supiesen leer y escribir. La referida ley obedeció a una iniciativa del Poder Ejecutivo, la misma que fue anunciada por Odría el 27 de octubre de 1954, al conmemorarse el 6° aniversario de la denominada Revolución Restauradora, propuesta que fue remitida a la Cámara de Diputados a través de un oficio del coronel Augusto Romero Lovo, Ministro de Gobierno y Policía3. En realidad, el doctor Francisco Pastor, Diputado por Puno, en la sesión del 13 de agosto de 1953, y el doctor Luis Osores Villacorta, Diputado por Cajamarca, en la sesión del 17 del mismo mes y año, ya habían presentado sendos proyectos de ley en el mismo sentido, los que se encontraban en estudio en la Comisión de Constitución. Como refería el Diputado Manuel Sánchez Palacios: “En la Comisión no discutimos la conveniencia de dar el voto a la mujer, eso ya no se discute; para nosotros el problema era éste: si era oportuno, si era conveniente en estos momentos otorgar el voto”. Ello reflejaba claramente el temor de la dictadura de que las mujeres mayormente apoyasen a candidatos democráticos, como efectivamente sucedería.
Valdría la pena recordar algunos párrafos del dictamen de la referida Comisión, la misma que elaboró una fórmula sustitutoria:
“No puede decirse que aquí ha prevalecido el criterio de la inferioridad intelectual del sexo femenino, porque con orgullo podemos afirmar los peruanos, que las mujeres que nos dieron el ser y nos formaron espiritualmente, para ser lo que somos, pueden colocarse en parangón, sin mengua alguna, con las mujeres de cualquier otro país. La mujer peruana, profundamente religiosa, amante de su hogar y patriota, ha revelado siempre su intelecto, procurando que sus hijos lleguen a ser más de lo que ella ha sido, e inculcándoles sentimientos religiosos, morales y nacionalistas, constituyendo preciosos exponentes de lo que decimos, Santa Rosa de Lima, Patrona de las Américas, Flora Tristán y Clorinda Matto de Turner, María Andrea Parado de Bellido y las heroínas y héroes de las diferentes etapas de nuestra Historia. En el país no es aplicable aquella ironía de un ibero que afirma que la mujer no puede ser sino reina, telefonista o estanquera. Actualmente, nuestras universidades se hallan concurridas por señoritas que aspiran entrar al ejercicio de profesiones liberales; que escriben en periódicos y revisas; publican libros; trabajan en farmacias, clínicas y bibliotecas; en las fábricas y talleres; intervienen en el comercio y desempeñan ocupaciones iguales a las de los hombres, tanto en los establecimientos particulares como en las oficinas del Estado, demostrando en todas esas actividades un claro sentido de responsabilidad y del cumplimiento del deber. Por eso –repetimos- jamás se ha oído hablar en el país de la inferioridad intelectual de la mujer. En forma especial queremos referirnos con este motivo, a las maestras, a esas mujeres abnegadas y dignas que en gran mayoría, sin tener en cuenta la exigua retribución económica que se les asigna, van a las haciendas y aldeas de la costa, a los caseríos de la sierra, o a los puestos solitarios y aislados de la 3 Oficio D.G. N° 60, del 28 de octubre de 1954.
Los firmantes del dictamen fueron los Diputados Manuel Sánchez Palacios, Erasmo Roca, Roberto N. Paredes, J. Teodosio Salcedo, y J. Guillermo Záa y Solórzano. montaña, exponiendo su salud y su vida, para realizar la máxima obra de bien que se puede hacer a un país: la preparación de las futuras madres de familia y de los futuros ciudadanos”. Analizando la importancia de la norma que se aprobaba el doctor Francisco Pastor, Diputado por Puno, dijo en el debate parlamentario:
“Asistimos incuestionablemente a uno de esos momentos de una trascendencia excepcional que tienen que afrontar instituciones como el Parlamento, de una trascendencia similar a los hechos de la naturaleza que transforman o modifican la evolución de la vida o esa trascendencia que implica la germinación de la vida, la trascendencia que existe y que vibra cuando una especie de simiente va a originar con el decurso de los tiempos consecuencias promisorias, grandes y modificantes de un organismo que en este caso es nuestra patria. El Parlamento con su sabiduría y el país pendiente en estos momentos, saben la importancia que implica este debate. Constituye la dación de esta ley un verdadero jalón en los fastos de nuestra historia. Futuramente, cuando se haga una historia política del Perú, se podrá dividir tal vez la historia republicana en algunas etapas. Puede ser una etapa aquella que se inicia con la independencia del Perú, con los brillantes fastos de nuestra emancipación; etapa que podría ser jalonada hasta aquella en que aquel tadista eximio, cuyo año nos cobija, el Mariscal Castilla, dictará la liberación de los esclavos, la redención del indio; desde esa etapa de avance en las ideas democráticas y libertarias, habrá que decir por los historiadores de esa época: el año en que se dictó por el Parlamento del Perú la liberación cívica y política de la mujer”.
De este modo, a través de dicha ley, el Congreso modificó la Constitución Política entonces vigente. Con ello se amplió la participación del electorado -el cual se duplicó y el Congreso alcanzó una mayor y mejor representatividad.
Las primeras representantes femeninas fueron elegidas en 1956: en el Senado Nacional: Irene Silva Linares de Santolalla; en la Cámara de Diputados Manuela C. Billinghurst López, Alicia Blanco Montesinos de Salinas, Lola Blanco Montesinos de La Rosa Sánchez, María Mercedes Colina Lozano de Gotuzzo, Matilde Pérez Palacio Carranza, Carlota Ramos de Santolaya, María Eleonora Silva y Silva, y Juana Ubilluz de Palacios.
domingo, 2 de marzo de 2008
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