El título de este blog lo tomé prestado de un discurso de Flora Tristán (Flore Celestine Therèse Henriette Tristán Moscoso Laisney), escritora peruano-francesa, precursora del pensamiento feminista latinoamericano. Al leerla desde la distancia, he llegado a creer que ella, nacida en 1803 y fallecida en 1844, hubiera sido infinitamente más feliz de haber vivido cien años más tarde de lo que le correspondió.
Yo, por mi parte, caraqueña nacida a comienzos de los setenta, terriblemente desencantada frente a las opciones de poder que se presentan en el mundo occidental, convencida de que quedan muchos esclavos por liberar, militante en la convicción de que "sólo el amor engendra la maravilla" o, usando palabras más sencillas, extemporánea y trasnochada, de vez en cuando creo que de haber nacido cincuenta años antes, también tendría más razones para sonreír.
Si se cumplieran estos desvaríos, Flora y yo hubiéramos coexistido en el mundo y ¿Quién sabe? Quizás hasta hubiéramos estado frente a frente alguna vez. Lo más seguro es que si esto hubiera llegado a ocurrir, ello no me hubiera recordado porque yo no tengo ni su lucidez, ni su capacidad visionaria, ni su pluma, ni su fuerza espiritual. En cambio yo no hubiera podido olvidar jamás aquel encuentro, porque ella es la prueba fehaciente de que hasta quienes padecemos de los anacronismos más terribles, tenemos derecho a un lugar en el mundo.
Aquí está uno de los míos, para compartir mis trasnochos... y uno que otro comentario fuera de lugar.
Trabajadores, en 1791 vuestros padres proclamaron la inmortal Declaración de los Derechos del Hombre y es, gracias a aquella solemne Declaración que sois hoy hombres iguales y libres ante la ley. Todo honor a vuestros padres por esta gran conquista pero, queda a vosotros hombres de 1843, una tarea no menos grande a realizar. Liberen a su vez a los últimos esclavos que quedan en Francia; proclamen los Derechos de la Mujer y usando los mismos términos que emplearon sus padres, digan "nosotros, el Proletariado de Francia, después de 53 años de experiencia reconocemos estar convencidos de que las formas en que los derechos humanos naturales de la mujer no han sido tenidos en cuenta y son la sola causa de las desventuras del mundo y hemos decidido incluír en nuestra Carta los derechos sagrados e inalienables de la mujer. Deseamos que los hombres dieran a sus esposas y madres la libertad e igualdad absoluta que ellos mismos disfrutan"
(Flora Tristán, junio 1843)
domingo, 25 de noviembre de 2007
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